Cogida de su mano iba andando por las nubes, como si casi no tocase el suelo y toda su energía fuera para sonreirle constantemente, para reír con él, para abrazarlo, para parar en mitad de la calle y besarlo.
Era como vivir soñando, como apartar la niebla con un simple roce, el de sus labios. Era acercarse a él y que su olor le acelerase el pulso, era sentir que se paraba el tiempo al verse reflejada en sus ojos.
Se decía a sí misma que no lo quería, porque el miedo a perderlo entonces sería demasiado insoportable.
Y era entonces cuando sonaba el despertador y volvía a la realidad de la cama vacía, del luto, y se arrepentía de haber vuelto a soñar con los primeros tiempos, como si recordar cuando se conocieron lo fuera a traer de nuevo a la vida.
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