domingo, 27 de mayo de 2012

Despedidas.


Pasa demasiado a menudo que tenemos que despedirnos de alguien que se ha hecho demasiado importante para nosotros.
                 Unas veces esa persona ha estado ahí desde siempre. Quizá nos criásemos con ella, quizá  esté presente en la mayoría de nuestros recuerdos,  quizá nos salvase de millones de caídas,  quizá por eso durante años haya sido nuestro mejor  amigo.
                Otras veces esa persona llega en un momento, y al instante siguiente ya se ha hecho enorme e imprescindible para nosotros. Es difícil encontrar alguien que nos entienda tan rápidamente, que nos juzgue con la idea de ayudarnos a mejorar. Alguien que se encariñe de nosotros tan rápido como nosotros de él  o ella. Y a veces lo encontramos, y esa persona se convierte en alguien muy especial.
                Pero el tiempo pasa y por una cosa u otra las relaciones se acaban.
                Tal vez no era buena idea que fuerais tan amigos,  quizá temiste que uno de los dos confundiera el tipo de cariño que había surgido entre vosotros.
                O puede que haya llegado la hora, que él deba irse ahora a la universidad, lejos, y que no sienta ganas de volver a este sitio ni siquiera para verte.
                En cualquier caso, la relación se acaba. Lo despides con muchos besos y abrazos, lo acompañas a su puerta por última vez en mucho tiempo  y te vas intentando que no se te note que estás llorando, oyendo sus promesas de que volverá a verte, aunque tú realmente lo dudes.
O, simplemente, llega un día en el que él se despierta y se da cuenta de que ya no estás allí y no puede contactar contigo. Todo rastro tuyo ha desaparecido de su vida, porque tú te has esforzado porque fuera así. Le escribirás algo bonito,  intentarás plasmarlo todo en un papel, o en una pantalla. Le explicarás que es más fácil cortarlo que confundir sentimientos. Él no lo entenderá, te odiará. Tú llorarás y acabarás aceptándolo.
Realmente no importa cómo ocurra, todo ha acabado y por mucho que te duela ya no hay vuelta atrás. Te consuela saber que siempre vas a acordarte de él, que no vas a olvidarlo nunca. Te deprime saber que para él tú cada vez vas a significar menos, hasta que llegue el momento en que  se olvide completamente de ti, o no seas más que un recuerdo de la adolescencia.
                Pero consuélate pensando que si las cosas ocurren es por una razón, que los actos no pueden cambiarse, que ya no podemos volver atrás en el tiempo. Sonríe y levántate, sigue caminando y encuentra más gente a la que valga la pena conocer, gente que también deje su marca en tu vida, aunque en un momento también tengáis que separaros.