viernes, 27 de septiembre de 2013

Él

Y allí seguía esperando en su puerta a que pasara un milagro.
Y allí seguía, malgastando (o quizá ganando) agónicos instantes de desesperación silenciosa.
Y allí nacía el terror y sus noches de angustiosa pesadilla, allí pastaban a sus anchas los herbívoros monstruos de su conciencia.

Allí era donde maquinaba planes secretos, donde su imaginación creaba nubes de calor adherido a un alma que tiritaba del frío de estar sola.
Allí, donde se acababan las calles y empezaban los prados, echaban a andar de la mano él y su locura, hablando a la vez, creando juegos sin sentido, cantando en voz baja las formas que creaba el humo de sus recuerdos quemados.

Allí era donde se postraba, en silencio, absorto en pensamientos que nunca verían un ápice de luz. Donde las vacas flacas engullen a las gordas, tras el opaco iris de sus ojos alzaba los cimientos, las paredes y el techo de esa habitación.

Esa habitación que no era en su mente más que el almacén de los recuerdos dormidos, los retales de fantasías y realidades que no es ya capaz de distinguir.

Allí, en esa lejana mecedora, acurrucaba la débil llama que aún lo unía a una vida a la que no estaba seguro de querer pertenecer.

Allí se encontraba día a día con sus sueños, sus metas, sus derrotas, sus caídas. Allí era donde decidía que quizá valiera la pena seguir vivo un día más.

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