sábado, 23 de junio de 2012

Mindbrain (I)

Desmontar, limpiar, montar. Desmontar, limpiar, montar. Tres sencillos pasos y otra pistola se añadía a la fila de armas que ya habían pasado la limpieza. Este ritual, que se repetía casi a diario, era tanto una obligación como un entretenimiento para ella. Le ayudaba a pensar, a evadir la mente mientras sus manos se movían mecánicamente, sin fallos, con una precisión marcada por las horas de práctica. Sus ojos, marrones como la miel y con un brillo indescriptible, se fijaban en las armas y las atravesaban con las pupilas dilatadas, señal clara de que su cerebro trabajaba a una velocidad vertiginosa.

Finalmente montó la última pieza y respiró hondo. Se levantó lentamente, estiró los miembros y se quitó un bolígrafo que usaba para sujetar el pelo, un gesto fácil y rápido que aprendió en sus años de estudio. A su espalda cayó una melena larga y negra. Sonriendo cogió uno de los mechones entre los dedos y lo observó. En realidad ese no era su color natural, pero siempre le había gustado y le ayudaba a mantener una imagen que ella misma había creado.

Avanzó hacia la nevera y la abrió, mostrando agua, golosinas y alguna que otra verdura. Cogió algo al azar y se lo echó a la boca, bebió agua y se encaminó de nuevo a la habitación contigua, que hacía las veces de salón, comedor y dormitorio. El apartamento, de menos de cincuenta metros cuadrados, tampoco daba para más.

 Aún así, era todo lo que siempre había deseado tener. Desde que tenía uso de razón había querido salir de casa, alejarse de todo y hacer una vida por sí misma, empezando desde cero y sin mirar atrás. Algunos lo llamaron miedo, huida...Pero no importaban ellos ni lo que pensaran, esa era su vida, tal y como ella la había formado, y no había vuelta atrás. "Eso es, ésa es la primera regla", se dijo a sí misma, "no hay vuelta atrás. Pase lo que pase, hagas lo que hagas, no vuelvas la cabeza atrás, no pienses más en ello. Tanto si lo haces bien como si lo haces mal tendrá sus consecuencias, pero no tiene sentido mirar al pasado y preguntarte "¿Qué hubiera pasado si?", porque en la vida no existen los condicionales ni las segundas oportunidades."

Parpadeó mientras volvía a centrar la mirada. Le pasaba siempre que pensaba en un momento de calma, se quedaba mirando al infinito, se le dilataban las pupilas y los ojos adoptaban una expresión de sorpresa. Sin embargo, en los momentos de acción la cosa se volvía bastante diferente. Sacudió la cabeza intentando no volver a distraerse en sus pensamientos

Fue entonces cuando escuchó por primera vez el timbre del teléfono, que debía llevar un buen rato sonando. No tardó en encontrarlo en el perfecto orden de su única habitación y descolgó con una sola palabra:

-Mindbrain.

sábado, 2 de junio de 2012

Vacío.

Duele ver mal a alguien que quieres, duele saber que algo ocurre y que no puedes ayudarle, porque no sabes siquiera si el problema eres tú. Duele que el día a día no cambie, que te cansen con ese algo que nunca has llegado a entender del todo. Duele la distancia, duele no poder tener a quien queremos y nos quiere aquí al lado, no poder abrazarlo y besarlo tanto como nos gustaría.

Sin embargo, el dolor no es malo. El dolor nos hace sentir que estamos vivos. Aunque no sea bueno, el dolor es un sentimiento, una muestra de que seguimos respirando. Lo peor es el vacío.

El vacío es levantarte y no ser capaz de sentir nada en el pecho. Es comer por costumbre, sonreír  por no hacer sentir mal a la otra persona. El vacío es no llorar, porque nada te duele, porque nada te afecta. Pero tampoco nada te alegra. Es vivir en un limbo dentro de tu propio cuerpo, es ser una sombra andante, es no sentir. El vacío es un dolor que llegó al tope y nos comió por dentro, es el letargo y la falta de expectativas que se comió nuestros sueños. Es rajarte para ver tu sangre y comprobar que sigues vivo, porque realmente no lo sabes, quizá ni siquiera lo estés.

Da miedo. El vacío da miedo. Porque no es algo externo que puedas evitar, es algo que está dentro tuyo, algo de lo que no puedes huir, porque no sabes siquiera cómo ha llegado allí. Y si, como yo, eres aún una niña pequeña a la que se le da bien huir de sus miedos, esta sensación es la peor de todas, es el miedo del que no se puede esconder, porque el fantasma eres tú mismo.

Por eso yo no temo la aventura (aunque salga mal), no temo el dolor, no temo el llanto. Porque mientras sufres estás vivo, El problema viene cuando no lo estás.