domingo, 19 de mayo de 2013

Miedo

La chica corría por el pasillo, asustada, buscando con los brazos alguna salida que la alejase de la luz que parecía engullirla.

Sus pasos se alejaban cada vez más de esa luz que la llamaba y la absorbía. Pero ella tenía muy claro que no quería pertenecer a la luz.

Y corría, y corría hasta que sus manos toparon con un recodo. Asustada por el rápido avance de la luz, giró sin cercionarse del peligro que había más allá, sin ser consciente de la luz que venía de frente hasta que le quemó las retinas acostumbradas a la penumbra.

Ahora ya no existe para ella más que la oscuridad tras sus ojos demacrados, ya no controla el avance de la luz, ya no imagina lo cerca que está de ella, las suaves caricias en la piel de sus piernas que tiemblan por el miedo de lo desconocido.

La precipitación nos ciega, y la ceguera nos hace débiles. Y no se es más débil que con miedo.

Pero, por desgracia, el miedo es el artífice de nuestras vidas.

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